Nada más llegar a Pontevedra siguió sin dudar el letrero que indicaba SANXENXO POLA COSTA, poco le importaba si era hora punta o no, o las comodidades de la Via rápida, a ella le gustaba disfrutar de su pequeño paraíso desde las primeras CURVAS y y llegar a la villa por la carretera serpenteante junto al mar, desde la que se precipitaba majestuosa la ría en aquella tarde-noche de verano, LUSCOFUSCO como le llaman los gallegos, que formaba parte de su DOLCE VITA particular.
ELLA LLEGÓ TARDE, PERO ENSEGUIDA SINTIÓ ESA FELICIDAD ANESTESIANTE
APARENTEMENTE NADA HABÍA CAMBIADO EN SANXENXO aunque las pandillas se habían diezmado, los días acortado bastante, no quedaban estudiantes que habían vuelto a apurar los últimos días de verano en capitales de provincias, y sonaban ya las canciones de orquesta que animan las fiestas del pueblo y anuncian el final del verano.
Sintió alivio, había llegado sorprendentemente a tiempo para exprimir las bondades de ese ESQUEMA DE FELICIDAD vacacional que se repetía año tras año.
COMO CADA VERANO los días transcurrían ágiles con una previsibilidad tan apacible como tranquilizadora. VOLVIÓ a los cafés de primera línea de playa, a instalarse en el mismo RINCÓN de la playa de SILGAR rodeada por las mismas PANDILLAS "DE-AL-LADO", compartió largas cenas regadas por ALBARIÑO y amenizadas por las olas, y conversaciones de mañana con tíos, vecinos, cuñados y primos, practicó el DEPORTE social de la VILLA que consiste en dar largos paseos a la orilla del mar reconociendo caras entre la multitud, volvió a disfrutar de SIESTAS vespertinas, de las noches que llegan silenciosas y te sorprenden en medio de la partida de cartas con el bañador mojado, del olor a CALAMARES al subir de la playa, y de largos DESAYUNOS soñando con cruzar la ría que se observa nítida en las mañanas claras, bailó con furia la felicidad de largas noches en las DISCOTECAS DEL PUEBLO siguiendo la hoja de ruta que se repite año tras año y que termina en el paseo viendo amanecer pizza en mano, distinguió conversaciones en gallego maldiciendo la llegada del invierno meses antes de que lleguen las primeras heladas, observó a los más pequeños conquistando sus ansias de libertad en expediciones a las ROCAS armados con galapanes, y se reconoció al verles derrochar empeño en levantar CASTILLOS Y FORTALEZAS con arena de playa, buscó entre la muchedumbre a AMORES ROTOS y SUEÑOS "DE ESTRENA".
Los Inviernos, Primaveras y Generaciones se sucedían sin darse apenas cuenta, pero ella siempre volvía; LO QUE MÁS LE GUSTABA DEL MUNDO era comprobar que nada, absolutamente nada habia cambiado en Sanxenxo